De izquierda a derecha, Rubén DÁreñes, Iván Cuevas, Sofía Castañón, Antón García, Alejandra Sirvent y Henrique Facuriella, en la presentación de 'La prueba del once'. |
Últimas entregas de la lengua exiliada
El escritor y editor Antón García reúne a once autores nacidos después de 1980 que certifican la calidad y diversidad de la poesía escrita en asturiano, pese a ser un idioma camino de la extinción
La
prueba del once
Poesía
asturiana del sieglu XXI
Saltadera.
Uviéu, 2015. 280 páginas, 15 euros
Aviso:
este es el relato de una excepcionalidad, de una anomalía.
La
prueba del once. Poesía asturiana del sieglu XXI es
la antología de once cronistas que optaron por reseñar su vida y la
de los suyos con una lengua fantasmal, con un idioma condenado a
subsistir en las madrigueras del desprecio y a buscar la
supervivencia en las geografías del olvido. Pese a las indiferencias
y los silencios, estos once poetas superan la prueba. Valga el fraseo
lingüístico para elogiar el acierto de Antón
García
con un trabajo en el que reúne a representantes de una nueva
generación que optó por el asturiano/leonés como herramienta para
explicar el mundo sin necesidad de otras urgencias.
Antón
García (Tuña, 1960) es poeta, novelista, traductor, editor y autor
de algunos de los principales estudios sobre la historia y la
literatura del asturiano. Miembro de la conocida como segunda
generación del Surdimientu
(Resurgimiento), la de aquellos escritores que empezaron a publicar
en la década de los ochenta del siglo pasado, es uno de los
principales responsables de que las letras astures hayan alcanzado
hoy una vitalidad y una altura creativas que rechina con la condición
social y administrativa de este viejo romance del latín situado en
una geografía espectral de mohicanos empeñados en negarse a ser los
últimos.
Hablamos
de autores trasterrados. El poeta, filólógo y periodista José
Luis Argüelles
ya dejó por escrito que los escritores en asturleonés “viven como
exiliados” (Toma
de tierra. Poetas en lengua asturiana. Antología 1975-2010. Trea.
Gijón. 2010. 768 páginas, 35 euros).
Y esa condición de expatriados lingüísticos se perpetúa en los
reunidos en La
prueba del once,
pese a ser bendecidos con el don de lenguas como hijos de su tiempo,
al igual que ocurrió con la bautizada como tercera generación del
Surdimientu,
los nacidos entre 1967 y 1982.
Desde
la fundacional antología de Xosé
Caveda y Nava
(1839) hasta la canónica de Toma
de Tierra se
acumulan más de cuatro siglos de creación poética en asturiano,
bien y abundantemente inventariada, que ha consolidado un sistema
literario propio pese a subsistir en el suburbio de los escollos y de
las indolencias, cuando no de los desaires y las burlas.
Avanzada
la segunda década del nuevo milenio, se hacía necesario una puesta
al día. Y es la labor ejecutada por Antón García. Se trata de una
antología de parte, como deben ser todas las selecciones que se
precien. Es más que una relación de los poetas del dominio
lingüístico asturleonés nacidos después de 1980. Para eso está
el exhaustivo catálogo bibliográfico que Iván
Cuevas
ha elaborado como apéndice de la obra, en el que se detallan más de
medio centenar de nombres procedentes de Asturias, León, Zamora,
Salamanca, Cantabria y Portugal que han dado a la imprenta y a
internet sus creaciones con el nuevo siglo.
Y
los once que han superado la prueba de Antón García (el propio
autor reconoce que podían ser varios más) vienen a certificar una
vez más la excepcionalidad de la escritura creativa en una lengua,
sino clandestina, sí espectral. La capacidad de crecimiento de la
plantilla de escritores y su contrastada calidad, que les sitúa en
la división de honor de las literaturas ibéricas, a pesar de todos
los pesares, es una excentricidad más. A las limitaciones
demográficas del número de 'falantes'
y a los complejos sociolingüísticos de buena parte de la
ciudadanía, se añade el principal freno a la normalización del
idioma: el rechazo de la mayoría de los partidos políticos a la
declaración de la oficialidad del asturiano o a cualquier otro
encauzamiento jurídico. A ello se sumó, en su momento, la
aparición de un combativo comando profesoral, reforzado por
conmilitones desletrados, que tiraron sin pudor de la navaja
dialéctica por razones ajenas a la ciencia. La honrosa excepción la
representó el dialectólogo Jesús Neira, que sostuvo sus posiciones
sobre “los
bables”
desde la dignidad y el rigor académico del lingüista honrado. Las
normativas de protección administrativa aprobadas por los gobiernos
de Asturias y Castilla y León desde los años setenta hasta hoy son
los cuidados paliativos previos a la agonía. La excepción se sitúa
en la región portuguesa de Tras-Os-Montes, donde la lengua de los
habitantes de los concelhos
de Miranda de Douro y Vimioso cuenta con los galones de la normalidad
legal.
¿Qué
tienen en común Henrique
G. Facuriella, Alejandra Sirvent, Pablo X. Suárez, Iván Cuevas,
Carlos Suari, Laura Marcos, Sofía Castañón, Rubén d’Areñes,
Sergio Gutiérrez Camblor, María García y Xaime Martínez,
los once seleccionados por Antón García? Además de su edad
(nacidos entre 1980 y 1993) y su vocación mohicana, tres rasgos más:
la calidad de su escritura, con la ironía, el humor y cierto
desenfado como señas de identidad; la inserción en una tradición
cultural singular y diferenciada, y su filiación generacional con
otras manifestaciones literarias escritas en cualquier lengua.
Hasta
aquí las coincidencias. El resto, la pluralidad. No es La
prueba del once
una antología de tendencias. Más bien se trata de un compendio
donde el espiritualismo de Henrique Facuriella convive con el
clasicismo transmoderno de Xaime Martínez; la ciberpoesía de Iván
Cuevas y Sergio Gutiérrez Camblor con la ternura salvaje de María
García; el figurativismo puesto al día de Sofía Castañón, Laura
Marcos y Carlos Suari con el juglarismo underground de Pablo X.
Suárez; la abstracción romántica de Alejandra Sirvent con el
intimismo social de Rubén D'Areñes. Si como decía Miguel
Torga
“lo universal es lo local sin paredes”, el grupo representado por
“los
Once”
ha demolido las que quedaban en la tradición de las letras astures
para hacer suya, como hombres y mujeres del XXI, la mundialización
social, política, económica, pero también estética. La creación
difícilmente soporta las estrecheces, pero más insoportables se
hacen en estos tiempos presurosos.
La
alineación de Antón García, como reconoce el propio antólogo,
permite “visibilizar la creación poética de una nueva promoción
de autores, con capacidad para actuar como un revulsivo importante
ante la instalación de la sensación de un cierto estancamiento del
proceso de normalización del asturiano”. Y son varios más los
factores que entiban la particularidad de este grupo, frente a sus
abuelos y padres, e incluso hermanos mayores. Algunos llevan su
plurilingüismo personal a la creación: si armonizan el asturiano y
el castellano (u otras lenguas) es por convicción artística, no
sólo por compromiso social en la creación de un sistema literario
propio. Su convivencia con las literaturas en otros idiomas, no sólo
los ibéricos, les permite surfear en aguas abiertas. Y, por último,
el convencimiento más científico que sentimental de que el dominio
del asturllionés
es
una oportunidad, tanto de enriquecimiento creativo como de ampliación
del mercado de potenciales lectores.
Diversidad
y singularidad son las pinturas de guerra que lucen “los
Once”,
llamados como están a protagonizar la creación literaria en
asturiano de la primera parte de este siglo y demostrar si son
capaces de dar el relevo a las generaciones del “Surdimientu”,
que hicieron posible una lengua literaria homologable a cualquiera de
las que se hablan en el resto de Europa.
La
anomalía es que estos once poetas de menos de 35 años pueden ser
equilibristas de la nada, autores que harán pervivir en los textos
una lengua que sólo contará con hablantes sepulcrales. Una poesía
para entonar exclusivamente los cantos de los últimos mohicanos. No
será ya entonces el tiempo de los filólogos ni de los historiadores
literarios. Los paleoantropólogos aguardan.
Artículo
publicado en el número 76 de la revista El
Cuaderno
(Ediciones Trea. Gijón, abril de 2016).
Cinco poemas de la “Prueba del once”
HENRIQUE FACURIELLA (Blimea, 1980)
Soi namás un home que fala.
Un home al que-y tocó
romper cordeles, filos y atadures,
facer polvu los ñuedos y povisa les muries
de la casa materna, abrise al mundu.
La preñez de la nueche rompió agües
namás nacer el día.
Sólo soy un hombre que habla.
Un hombre al que se le asignó
romper cuerdas, hilos y ataduras,
hacer polvo los nudos y ceniza los muros
de la casa materna, abrirse al mundo.
La noche preñada rompió aguas
nada más nacer el día.
CARLOS SUARI (La Xungarosa, 1982)
Dioses
Son tan sonces
los dioses de agora
que nel so cimblar
cimbla'l mundu
y confundimos
Xesucristo con MacDonald's,
Buda con Maradona
y Alá con Internet.
Por eso, ellos sólo enfermen
y los que morremos
somos nos.
Tan poca calidad
tienen los dioses de ahora
que en su contoneo
vibra el mundo
y confundimos
Jesuscrito con MacDonald's,
Buda con Maradona
y Alá con Internet.
Por eso, ellos sólo enferman
y los que morimos
somos nosotros.
SOFÍA CASTAÑÓN (Xixón, 1983)
Crisis como saltu d'agua.
Nestos tiempos toos alloriamos.
Unos miren por atropar monedes,
otros atrocamos pallabres.
D'estes dos metáfores, namás una,
cuando too acabe,
va siguir teniendo qué revelar.
Crisis como una cascada.
En estos tiempos todos enloquecemos.
Unos miran por acumular monedas,
otros reservamos palabras.
De estas dos metáforas, sólo una,
cuando todo finalice,
va seguir teniendo algo qué revelar.
MARÍA GARCÍA (Uviéu, 1992)
Tacones llonxanos
Canten lloñe los tacones silvestres.
Nel cuadru definitivu
ye tan sele la interacción cola madera,
escurez tanto'l roxu de la falda,
que'l campu de color atrái la imaxe,
atrái'l soníu,
nun gradiente sobriu de desapaición.
Fuxisti, ma, con Rothko.
Dexanxelasti los nuesos cuerpos.
Pero quedrémoste.
Tacones lejanos
Cantan lejos los tacones silvestres.
En el cuadro definitivo
es tan suave la interacción con la madera,
oscurece tanto el rojo de la falda,
que el campo de color atrae la imagen,
atrae el sonido,
en un gradiente sobrio de desaparición.
Madre, te fugaste con Rothko.
Desangelaste nuestros cuerpos.
Pero te queremos.
XAIME MARTÍNEZ (Uviéu, 1993)
La flor de la zrezal
La flor de la zrezal, que n'otru tiempu fora
anunciu del calor y de la lluz
-espoyetaben mudos los deseos-,
güei paezme más bien
el descuidu d'un dios
o pior, una broma.
La flor del cerezo
La flor del cerezo, que en otro tiempo fuera
anuncio del calor y de la luz
-crecían mudos los deseos-,
hoy me parecen más bien
el descuido de un dios
o peor, una broma.
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